domingo, 19 de agosto de 2012

Deseos y estrellas fugaces

Como un Pistolero en un mundo que se ha movido, ahora mismo mataba por un cigarrillo.


Dicen que caminar de vuelta por el bulevar de los sueños rotos es imposible, aunque claro si no sabes que es imposible y eres lo suficientemente ceporro (como es el caso) puedes llegar a conseguirlo.


Imaginad la situación, tras una noche de afamadas barbacoas en una ciudad sureña costera y siendo el piloto responsable de la noche, dejo a mis dos maltrechos (etilícamente hablando) compañeros en sus respectivos camastros y cogiendo una cerveza helada de la nevera me dirijo hacia la playa más cercana a esperar la luz del amanecer.



Evidentemente el sol salía a mis espaldas por lo que al llegar a la playa solo pude disfrutar de la iluminación progresiva de la misma gracias al astro rey que comenzaba a calentar mi nuca.


Aunque fue bastante satisfactorio, quizás en la foto no se pueda apreciar todo lo que esa playa, ese amanecer significó, solo decir que fue amenizado por una pareja de labradores juguetones que derramaron parte del dorado (y no tan helado) liquido que estaba bebiendo mientras divagaba mirando al horizonte a través de las olas del mar.

Para llegar aquí atravesé retama, hojarasca de pino, tierra en proceso de pseudofertilización por parte de los desechos orgánicos que la misma naturaleza provee.


Y sin saber porque, me descalcé y a diferencia de hace mas o menos un año, la retama en lugar de atacar la piel de mis enormes pies peludos la acarició por debajo como invitándome a correr a través de ella, a atravesarla con paso liviano hacia el mar que rompía unos centenares de metros más allá.

En ese momento sentí vivo todo lo que me rodeaba, noté el oxigeno reciclarse gracias a los pinos y sus plantas circundantes, el mar moviendo vida en el y a través de el, quería correr, quería dejar de ser persona y dejar suelto el animal que llevaba dentro y sentir sobre el pelaje la caricia de las ramas y el agua del mar.


Al llegar a la playa y sentarme en sus solitarias arenas, con los últimos vestigios de oscuridad una estrella colisionó contra nuestra estratosfera, permitiéndome ver su estela al desintegrarse mientras su ruta intentaba (absurdamente) alcanzar la corteza terrestre.

Sigo creyendo en según que tradiciones y pedí un deseo, deseaba recuperar mi corazón, no la libra (larga) de carne bradicárdica que bombea sangre a mis 103 kg de peso, sino a la metáfora que durante años por un cúmulo de irracionalidades y estupideces emocionales se ha visto erosionado como una roca caliza a orillas del mar y fragmentado como uno de esos viejos platos de cristal marrón que parecen ser irrompibles hasta que el día que cascan se esparcen por toda la cocina.



Entonces de entre todos los pedazos, que por arte de magia volvieron a juntarse, miré hacia atrás en el epicentro mismo, vi muchos errores, gritos, celos, miedos, desconfianzas, dolor... También grandes momentos, muchos besos, abrazos, caricias, olores, sabores, el tacto de suave piel y pelo, tonos de voces, susurros, la sensación en los labios de un beso, de muchos besos, calientes, apasionados, fríos...

Recordé frases, palabras sueltas, retazos de conversaciones perdidas en trozos ausentes y separados del todo que habían sido injertados con débiles cables al trozo mayor.

La jarama, correr por ella, ahora sabía a lo que te referías, ahora sabía lo que sentías, el mar, su olor, su sonido, el tacto de la arena fría al amanecer, todo eso que trataste de transmitirme y/o hacerme recordar, ahora ya lo sabía, ahora ya estaba preparado.

Mi tiempo se movió, no era el momento, pero lo deseaba tanto...

Ahora si estoy listo, ahora si soy lo que debería ser, o al menos siento lo que debería sentir, vuelvo a estar completo.

Completo y solo.


Cuando algo ha perdido su valor puedes regalarlo a la primera persona que pase, como en aquel cuento del anillo de Jorge Bucay http://le8al.blogspot.com.es/2009/04/el-anillo-jorge-bucay.html


Sin embargo cuando caminas de vuelta por ese bulevar del que al parecer no existe retorno, capturando cada trozo perdido de tu corazón en esos sueños rotos, cuando llegas al final (o al principio) según se mire, lo que tienes entre las manos es el mayor tesoro que pueda tener una persona (y no me refiero a su virginidad).

Aunque fue rápido, el volver caminando hacia atrás y recuperar todos esos trozos, tuvo su coste, el sentir de golpe todos esos errores, el ser consciente de todas esas cagadas, de todo ese posible daño colateral causado de forma no intencionada.


Llorar hasta sentir el sol en la nuca como si fueses un recién nacido con el corazón inmaculado, con la diferencia de 31 años de experiencias, vivencias y personas de todos los tipos y colores.


Y eso "gracias a una estrella fugaz".

Realmente nuestra psique a veces es algo muy estúpido, nos basamos en leyendas o creencias triviales y tribales, para argumentar nuestro rituales de paso hacia un estadío diferente de la persona, en mi caso, una estrella fugaz y un deseo.

Aunque realmente, esos deseos si se cumplen, siempre estarás conmigo, aunque no de la forma que quería cuando pedí el deseo en aquella isla portuguesa...




Me he cansado de cazar estrellas fugaces.