martes, 29 de noviembre de 2011

La Gran Mentira

Antes de leer esta entrada, te comento que es mi opinión, te puede gustar o no, puedes compartirla o no, pero te pido respeto hacia ella.

Nos cuentan, aquellos que pretenden educarnos en casa y en la escuela, aquellos que nos dan forma desde la arcilla primigenia que somos en la infancia, que vivimos en una sociedad conseguida a base de muchos esfuerzos y sacrificios, en un lugar donde puedes dormir seguro en tu casa, a sabiendas de que hay personas ahí fuera velando por ti, que puedes actuar dentro de unos patrones pre-establecidos de conducta y bienestar social y cualquier persona que se salga de ellos será castigada con la Justicia del código penal, aplicada por supuesto por personas muy serias con gran formación e imparcialidad, que las cosas valen el precio que valen, porque hay que repartir el dinero entre muchas personas hasta que el objeto llega a tus manos, que la gente por norma general es buena y no te van a hacer daño.

Nos venden el trabajar y actuar dentro de todos esos valores, normas y fundamentos éticos y sociales, para ser personas de bien, productivas y formar parte de una sociedad provechosa y con futuro.

Como aquel anuncio de la furgoneta...

Nos cuentan, nuestros no tan mayores, que ellos fueron el motor del cambio hacia la democracia, que gracias a ellos la sociedad está como está y que antes estaba muchísimo peor.

Al igual que en épicas historias de ficción, los inicios podrían haber sido buenos, las ideas primigenias que generaron el cambio, que iniciaron la lucha y las carreras delante de los grises por los derechos de todos, la adaptación de un texto magno que fundamentaría como actuar en cada caso, en cada ocasión y un código civil y judicial para regir alteraciones en las normas estipuladas.

Poderosas palabras en papel, creadas con esperanza, con ilusión, con lagrimas y con sangre, escritas con mano temblorosa de aquel que sabe lo que puede generar un caos desbocado y sabe que se necesitará de controlarlo para seguir con una sociedad de derecho.

Grandes herramientas.

Pero usuarios equivocados.

Vivimos en una sociedad de mercado, donde somos el precio que podemos pagar, donde vivimos acorde al capital económico que poseemos.

Vivimos en un lugar en el cual las personas a las que pagamos los sueldos con todo lo que adquirimos, forman parte de esa sociedad de mercado, todas y cada una de ellas tiene su precio, toman desayunos de horas, se dejan sobornar con relojes de diseño, quitan multas a hijos de vecino, dejan pasar controles de alcoholemia a compañeros borrachos, alargan trámites burocráticos hasta la desesperación, se convierten en monologuistas en lugar de docentes y en general hacen su trabajo de forma pésima y con desgana, a sabiendas, de que hagan lo que hagan, a final de mes el dinero será ingresado en sus cuentas bancarias.

Donde las entidades en las que almacenamos nuestro escaso capital juega con el mismo invirtiendo el dinero en industria armamentistica y quimica nociva.

Donde la innovación lejos de alentarse y fomentarse, es considerada como una fuente de poca inversión actual y posible explotación futura.

Donde el precio de las cosas dista mucho de su valor y el ideal de comercio es sacar el máximo beneficio sin importar sus consecuencias, donde quien necesita parte de esos beneficios es quien menos se lleva de los mismos.

Vivimos en un lugar donde la palabra cultura se asocia a diccionarios viejos, tomos de enciclopedia mohosos, localidades de tela raída y desgastada, y donde al igual que en el resto de sectores, se especula se roba, se desvía el capital para que como resultado de ello, este lugar en el que vivimos sea motivo de mofa y burla de los demás.

Formamos parte de una maquinaria social que funciona alimentándose de nuestros sueños y deseos, que se nutre con la carne de nuestros ahorros, que sigue moviéndose con los impuestos que todos pagamos, que no para de rodar debido a que a pesar de los millones de desempleados los bares siguen llenándose, periódicos deportivos vendiéndose y telebasura viéndose.

En este sitio en el que vivimos el sueldo de personas que lo han arrojado al pozo de inmundicia en el que nos encontramos (por no decir que estamos con la mierda al cuello) es solo comparable a los royalities de personajes inmundos que son lideres de audiencia contando intimidades, secretos de alcoba y situaciones personales de otros personajes, dándonos así de alimento cultural los excrementos que llevan dentro.

Vivimos en un lugar donde los valores morales han desaparecido y no me refiero a la homosexualidad, a la sodomia, o a comprar lencería de latex con cintas de neón que brillán en la oscuridad, me refiero a ese pedazo de alma empático que deberíamos llevar dentro cada uno de nosotros, al concepto de sociedad sin rozar el extremo del comunismo.

El egoismo nos hace pisar la cabeza de aquel que vemos hundiendose en lugar de ayudarlo a salir a flote, sin pensar que quizás en un momento futuro esa persona puede tendernos la mano que necesitemos en una situación similar.

El miedo a lo desconocido nos hace recelar de todo aquello que sea diferente a nosotros, sea por dentro o por fuera, todo lo distinto es malo, todo lo que no sea un espejo digno de nuestra identidad merece ser odiado o encasillado.

Vivimos en una sociedad en la que se usa el derecho constitucional casi tan mal como aquellos que nos han gobernado, permitiendo que el sitio donde vivimos haya quedado como está, haciendo uso del mismo como si fuese aquel famoso ADV del látigo cepa, como si con una votación de castigo flagelasemos con nuestro miembro viril la cara del candidato que tan mal lo ha hecho.

Habitamos bajo el techo de una sociedad que modifica uno de sus textos más importantes en pro de aquellos que tienen y manejan los bienes económicos, favoreciendo a aquellos que más tienen y dejando al resto sumidos en la miseria.

Donde la Justicia se torna ley, y la dama ciega es vilipendiada por un grupo de señores con toga, parciales en ideas y argumentos, guiados por su espiritualidad, por sus vicios o por la afinidad hacia grupos o sectores sociales.

Donde un presunto asesino puede cambiar declaraciones y enculpar a terceros de forma aleatoria, donde se puede matar a una persona y salir indemne con la suficiente cara dura como para ser objeto de portadas de revista a todo color, siendo familiares, amigos, vecinos y conocidos de la infancia pagados por programas de dudoso interés periodístico para dar testimonio de lo bueno o lo malo que era durante su infancia, esto querid@ lector, es la Justicia ley en el lugar donde vivimos.

Nos creemos a salvo de aquell@s que pueden hacernos daños ya que creemos que los miembros de seguridad del estado velan por nosotros, pero recodad que la gran mayoría solo trabajan donde trabajan porque es un salario fijo a final de mes y solo son otro tipo de funcionario más que usan sus mismas reglas y normas, con la pequeña salvedad que en lugar de un tramite burocrático que puede llevarse horas, ellos juegan con tu seguridad y se cubren los unos a los otros.

Recibimos el trato de nuestros dirigentes, como si de antiguos emperadores romanos se tratase, con pan y circo en forma de mínimas prestaciones (mientras duren) unidas a fútbol y programas lobotomizantes que hacen que familias enteras pasen las horas y las horas frente a la televisión con la boca medio abierta y sin comunicarse entre ellos, convirtiéndose en compañeros de vivienda más que en compañeros de lineas consanguineas.

Vivimos en una gran mentira, en un lugar que dista poco de convertirse en lo visto en comics adaptados a la gran pantalla como "V de Vendetta", dejándonos destinados a repetir algo similar a la novela adaptada al cine "La Voz Dormida" pero con los medios actuales.

Deberíamos conocer nuestra historia, del lugar del que viene nuestra sociedad, para no volver a repetir los mismos errores.

O hacer como ya han hecho muchas personas con las que compartí algunas etapas de mi vida y marcharse a cualquier punto de Europa donde haya trabajo, emigrar como lo hicieran a Alemania algunos de nuestros mayores, repitiendo la historia quizás, abriendo fronteras tal vez, solo el tiempo dirá y la historia no siempre es tal y como nos la cuentan, ya que los que siempre narran las historias son aquellos que sobreviven para contarlas.

Somos la maquinaria que puede hacer que esto cambie, con nuestro voto, con nuestras protestas, con nuestra negativa a ser manipulados, usados y tratados como números en una estadística global.

Pero para ello no debemos de tener precio, nuestros derechos, nuestros sueños, nuestras aspiraciones y el modelo de lugar donde queremos vivir debería ser una constante en nuestras cabezas, o al menos así es como lo veo.

Aunque mirando en general a nuestro alrededor, uno piensa "¿vale la pena hacer algo por esta panda de borregos descerebrados?".

Gracias por leerme.

Saludos.




M.